Es que solo/a no puedo…


En mi último post “Truco o trato”, terminaba concluyendo que si la báscula nos muestra un reflejo que no nos gusta, independientemente de las causas, lo razonable es solicitar ayuda y ponerse manos a la obra. A veces no es que sea lo correcto, es que es simplemente necesario.
¿Cuántas veces te has propuesto adelgazar? ¿Cuántas lo has intentado solo/a? ¿Cuántas has pedido ayuda a familiares o amigos? ¿Cuántas a un profesional? Mi respuesta es “muchas” a todas las preguntas.
No sé si os pasa, pero a veces me da rabia no ser capaz de hacer las cosas por mí misma. Me miro en el espejo, me veo adulta y me pregunto por qué no puedo hacer sola lo que todo el mundo hace, tranquilamente. Y oye, pues no. Hago muy bien muchas cosas pero controlar la comida y alimentarme bien no es una de ellas. Para eso y por eso necesito ayuda. La ayuda es esencial en todos los planos de la vida y para todos, porque no es verdad que todo el mundo haga las cosas bien y por sí mismo en lo relativo a la alimentación, ni aunque no les sobren unos kilos. Es necesaria una dosis de humildad para aceptar que vivimos en sociedad y que nos necesitamos.
Cuando he intentado adelgazar por mí misma sin ayuda, apenas he durado unos días o unas escasas semanas para pasar a desesperarme, enfadarme y dejarlo todo. Otras veces he pedido ayuda a familiares o amigos: “oye, no me dejes comer mucho, avísame cuando veas que me paso, dime que no lo haga, ríñeme”. Esa ayuda para mí con frecuencia ha sido una trampa porque se cansan, porque no es su responsabilidad sino la mía, porque a veces la ayuda se convertía en lo contrario con esas frases-trampa de: “si por una vez no pasa nada, ya empiezas la semana que viene, hoy estamos de cena/cumpleaños/Navidad…” La frustración estaba asegurada. Así que en no pocas ocasiones he acudido a un profesional, a alguien que ostentaba un título de algo que lo convertía para mí en una autoridad en nutrición y adelgazamiento y, como me gusta respetar las normas, ese era mi freno. Pero el tener un título –o diez- colgados en las paredes de un despacho, oficina o consulta dice cosas pero puede no garantizar nada. A menudo ha significado una dieta de cajón con alimentos pesados e inamovibles que no me gustaban con pautas que no se ajustaban a mis ritmos de vida y necesidades. Y vuelva usted en un mes. A veces ni volvía. ¿Para qué? Ya conocía el resultado. Alguna vez se trataba de profesionales de la nutrición llenos de fuerza y ganas, trabajadores e ilusionados, pero no conseguían llegar a mí, porque no me creía su mensaje, porque les faltaba experiencia (según mi criterio), o porque yo no estaba de verdad preparada para dejarme guiar.
Por un lado, es verdad que depositar la regulación de nuestra conducta –en este caso alimentaria- en manos de otros es un arma de doble filo. Primero, porque dejamos de decidir por nosotros mismos y eso crea dependencia y nos infantiliza al asumir que vamos a seguir para siempre unas normas que no son las nuestras pero que aceptamos a regañadientes. Segundo, porque si hay éxitos, buena parte de ellos parece residir en el otro, dado que solos no hemos podido lograrlos nunca, y esto no ayuda a nuestra autoestima. Tercero, porque le damos poder a otro sobre nosotros y eso puede ser contraproducente, en algunos casos.
Por otra parte, está claro que solos no podemos. Sola no sé salir del pozo, no sé tomar impulso, no encuentro el camino. Necesito un mapa, una guía, un gps personal que me saque de la rotonda, del círculo vicioso en el que estoy metida. O sea que necesito ayuda porque yo sola no puedo. Pero la ayuda no será perpetua. La ayuda será para que me enseñe a implementar estrategias de conducta que me lleven al autocompromiso, aunque admito que necesitaré reseteos o actualizaciones periódicas de por vida, como el móvil o la tableta. La ayuda no debe ser para perder cinco, doce o veinte kilos. Debe consistir en ayudarme a diseñar mi propio camino. Transitar por él o alejarme por senderos peligrosos es y será solo mi responsabilidad.
Si solo o sola no puedes, busca ayuda profesional cualificada y de calidad pero sé autónomo/a. Una vez encontrado tu camino, síguelo siempre. Es el tuyo.
Águeda
Imagen: Pixbay