¿Truco o Trato? ¿Me peso?


Ahora que estamos en la estación otoñal, -para mí la mejor del año, la más colorida, sinónimo de esperanza-, y que celebramos por doquier la fiesta de los monstruos, adaptación anglosajona de una tradición celta de culto a la muerte y celebración del solsticio de otoño (Samhain o Halloween) y, -como todo tiene relación, y si no la creamos-, viene a mi mente la expresión “truco o trato” asociada a un monstruo que a veces me provoca terror: la báscula.
¿Os pesáis? ¿Con frecuencia? ¿Qué os aconsejan vuestros médicos? En esto, como en tantas cosas, sirve el dicho popular “cada maestrillo tiene su librillo”. Yo quiero compartir con vosotros mis conclusiones sobre este tema. A lo largo de mi vida y mis peripecias para desprenderme de mis kilos de más, me han aconsejado y argumentado de todo: que no me pese más que cuando acuda a los controles a la clínica (para evitar obsesionarme con los números), que me pese todos los días y lleve un registro del peso (para ver dos cosas: que el peso no es estable y para que recuerde que debo cuidar lo que como), que me pese una vez a la semana (el mismo día y a la misma hora y con la misma ropa o sin ropa) y que me olvide del peso y me concentre en la alimentación saludable puesto que, si me cuido y lo hago bien, el peso bajará solo. Todas pueden tener un punto de razón, menos, a mi modesto y personal juicio, la de no pesarse nunca o casi nunca. Uno no va al médico con la primera analítica y el médico le dice: “Mire, tiene usted bastante alto el colesterol y el azúcar. Si sigue estas pautas, bajará”. “Y, ¿para cuándo la siguiente analítica de control, doctor?” – Pregunta el paciente. “Ah, no, no se preocupe, no es necesario hacer controles. Si usted se cuida, los valores alterados bajarán” –replica el doctor. ¿Qué pensaríais? Yo, desde luego, cambiaría de doctor.
Claro que el peso responde a muchos factores; en efecto, el peso es el síntoma y no el problema; seguro que alimentándonos bien el peso bajará, no dudo de todos estos argumentos. Pero yo necesito cuantificar las cosas y entenderlas y controlarlas y, para ello, necesito pesarme y hacerme analíticas con la periodicidad adecuada. Ni más, ni menos.
Ahora me peso los viernes y los lunes, y estoy muy contenta. Llevo un registro que me hace relativizar su importancia sin eliminar su valor para mí. Me ayuda a recordar que debo cuidar mi alimentación y hacer ejercicio, que el fin de semana hay más tentaciones y, sin obsesionarme, disfrutando siempre, debo pensar y planificar ese disfrute culinario saludable, y debo hacerlo con antelación – en la medida de lo posible- para no ceder a la compulsión o el impulso.
Y dicho esto, es el momento de enfrentarse al monstruo. El mío se llama Tanita y mantenemos una relación de amor/odio casi perpetua. No me digáis que no os alegra el día un número propicio, y que no hay una pequeña punzada de decepción cuando el dichoso numerito -con sus decimales y todo- no se mueve y parece querer quedarse a vivir allí, congelado en la pantalla. O cuando sube, especialmente si no parece haber razón para ello. Es como mirarse al espejo pero para verse por dentro sin verse. Nos miramos al espejo de perfil, de frente, por detrás, de cerca, de lejos… y a veces nos devuelve una imagen amable, y otras, una reniega de la evidente distorsión que refleja. “Que no, que no te burles de mí, que esa no soy yo, no soy la de ayer, deja de comportarte como los espejos cóncavos y convexos de las ferias”. Algo similar me pasa -o me pasaba- con la báscula. Creo que he conseguido relativizar, sin anularla, la importancia de los datos que ofrece el peso.
Desempolvad la báscula – o no, que es Halloween y las telarañas decoran mucho – pesaos, y, si os grita: “¿truco o trato?”, elegid trato. Si el reflejo no os gusta, buscad solución sin miedo. ¿Susto o muerte? Muerte para renacer, muerte de antiguos hábitos para cuidarse y sentirnos a gusto en nuestros zapatos, los de nuestro nuevo yo.
Feliz y terrorífico HALOWEEN a todas/os y hasta la próxima.
Águeda