PRODUCTOS ADELGAZANTES FRAUDULENTOS ¿QUIEN LOS PERMITE?


El gobierno americano ha puesto en marcha una iniciativa para poner remedio a la difusión de productos adelgazantes cuyos efectos no han sido demostrados. Ha multado a cuatro compañías y además ha hecho extensiva la recomendación a medios de comunicación para que no se hagan eco de esas publicidades. Pues muy buena iniciativa, aunque no sabemos ni cuanto durará ni hasta donde llegará, pero por lo menos podemos hacernos eco. Porque, como le leí a Juan Revenga en su blog, podemos citar una referencia americana, pero, ¿y Europea? ninguna. Vaya chasco.
Este comentario tiene varias partes, una la primera que hay un sinfín de productos supuestamente adelgazantes, que nunca han demostrado eficacia ni efecto alguno. Otra que los medios de comunicación aceptan su publicidad lavándose las manos o mirando para otro lado tras el pase por caja previo del laboratorio o empresa en cuestión. Una más, que las autoridades que corresponda (sanitarias, de comercio, …) no leen los periódicos o no escuchan la radio, y finalmente ¿quién vigila a los que no vigilan?
Hace unos meses, un laboratorio, ( omitiré su nombre y el del milagroso remedio) me ofreció participar en un estudio de eficacia de unos productos ya comercializados (a lo mejor lo ideal hubiera sido antes de su comercialización). Como los “principios activos” los conocía y sabía que no serían peligrosos, acepté. Para ello tuve que seleccionar a 5 pacientes, por supuesto con su consentimiento, a los que se les entregarían las dosis recomendadas (gratis) para 3 meses y hacer un seguimiento mensual de sus sensaciones, de su pérdida de peso y de otros parámetros. De los 5, 2 abandonaron y de los otros 3 ninguno perdió peso ni experimentó mayor saciedad ni disminución de las ganas de picar (los efectos atribuibles a los productos). Tampoco me pareció ninguna sorpresa, porque como ya he dicho conocía los “principios activos” de los productos en cuestión. Nada nuevo, por otro lado, y por supuesto nada eficaz. Pero el asunto es que el «fármaco» estaba ya comercializado, a la venta del público, con una autorización legal y nadie se había parado a solicitar evidencias de lo prometido.
Es muy difícil la investigación y el desarrollo de un fármaco antiobesidad, y no crean que no lo intentan. Pero aparte de lo complicado del problema de base, los estudios de eficacia y/o seguridad que se requieren hacen que la mayoría o no pasen los filtros o las empresas abandonen. Entonces, ¿quién autoriza a estos otros “productos vestidos de natural” su registro? ¿A quién corresponde?
No estoy en contra de fármacos, ni de “remedios naturales” sobre todo si su eficacia estuviera contrastada, fueran aceptados por la comunidad científica y sus beneficios superaran a los posibles riesgos, pero desafortunadamente a día de hoy no los hay.
Dr. Luis Almagro, Marbella.