QUERER ES PODER


Nos pasamos el último invierno escuchando como argumento de los pacientes que no hacen ejercicio ( la inmensa mayoría de los que presentan sobrepeso u obesidad) que lo harían cuando el tiempo mejorase. Pues bien: llegado el buen tiempo, nos hemos pasado el verano escuchando, como argumento para seguir en las mismas, que estaban esperando que pasara el calor. ¿En qué quedamos? Porque ya está aquí de nuevo el otoño bien instaurado, con los inconvenientes que la lluvia y las pocas horas de luz suponen para la realización de actividad deportiva. Llegados a este punto, no podemos dejar de concluir que, claramente lo decisivo no es el tiempo, sino el grado de determinación e intencionalidad para hacer las cosas.
Una acertada frase dice algo así: “Quien realmente quiere hacer algo, pone medios. Quién no lo quiere hacer, pone excusas”. Esta máxima, aplicable a muchos otros ámbitos de la vida, es la respuesta al dilema del primer párrafo.
El tipo de vida que llevamos, para la mayor parte de casos de personas con exceso de peso, supone pasar muchas horas del día sin apenas tener gasto por actividad física. Hace falta comer muy poco para mantener un buen peso esas circunstancias, y limitar mucho la ingesta permanentemente es desagradecido y poco realista. La única opción que cabe para aumentar el gasto tener mayor consumo por actividad.
Pero el ejercicio no es bueno sólo en la medida en que aumenta el gasto calórico, es NECESARIO para el correcto funcionamiento del organismo. Tenemos un aparato locomotor (huesos, articulaciones, músculos, tendones y ligamentos) ideado para cumplir la función de movernos. Muchos de los dolores articulares y musculares (el dolor de espalda es el ejemplo más significativo) tienen su origen en la insuficiencia muscular por falta de entrenamiento, y remiten o se atenúan con el ejercicio. Las posturas sedentes acortan determinadas cadenas musculares y atrofian otras que quedan laxas, y es necesario un trabajo muscular compensatorio que, por ejemplo, tire hacia atrás de las escápulas después de ocho horas con los hombros caídos hacia delante ante el ordenador
Un argumento más: el ejercicio regula la sensación de apetito, hecho constatado científicamente. Es mucho menos probable que aparezca ese “hambre a todas horas” que demasiado a menudo escuchamos en consulta en personas que realizan ejercicio con regularidad.
Puede apetecernos más o menos, gustarnos más una modalidad u otra, pero hay tantas, que la única condición necesaria es querer hacerlo. Y no nos cansaremos de seguir dando argumentos, pero una vez convencidos hay que darle la suficiente prioridad en nuestra agenda. Cuando alguien no puede hacer ejercicio “porque tiene que hacer la compra” le propondríamos que no haga la compra porque tiene que hacer ejercicio. Si alguien nos llama para pasarse por casa a visitarnos, en lugar de pensar que ya no puede salir a caminar esa tarde porque viene visita, informemos a esa persona de que esa tarde no podrá ser porque tiene tareas importantes pendientes (salir a caminar), y traslademos la cita a un momento más oportuno para ambos. O mejor, invítele a contarle lo mismo durante una caminata en lugar de ante un café con pasteles.
Dra. Rosa Sánchez. Clínica Dr. Luis Almagro. Marbella. Ejercicio que te ayuda a adelgazar.