GASTEMOS ENERGIA


Que nadie piense que se trata de una proclama a favor de la desobediencia civil, ni por la insumisión, pero en momentos como los que vivimos, en los que el debate del ahorro energético genera todo tipo de controversias hay un gasto que nadie se debería atrever a discutir: el gasto energético fruto de nuestra actividad física.
La práctica regular de ejercicio físico ha demostrado ser no solo un modo eficaz de mantener el peso dentro de límites saludables, sino que además previene las enfermedades cardiovasculares, y la aparición de diabetes, mejora la densidad de los huesos y la capacidad respiratoria, ayuda a regular la tensión arterial y, por si fuera poco, es una fantástico ansiolítico, antidepresivo y un gran impulso para la autoestima.
El ser humano está diseñado y programado para mantener un determinado grado de actividad física, y su ausencia produce la atrofia de aparatos y sistemas corporales. De hecho, el 60 % de las muertes y el 47% de la morbilidad mundial se producen por enfermedades condicionadas por el sedentarismo.
El entorno social y el modo de vida de la mayor parte de las sociedades modernas limitan el gasto energético. Frente a otras épocas en las que la actividad física estaba integrada en lo cotidiano, como subir escaleras o caminar, hoy subimos hasta la ventanilla del coche apretando un botón; cambiamos el canal del televisor con un mando a distancia y ni siquiera nos levantanos para descolgar el teléfono.
Con respecto a la actividad física en general hemos de distinguir entre lo que denominamos actividad física cotidiana, y que se refiere al tipo de actividad propia del modo de vida y al ejercicio físico propiamente dicho.
Cuando hablamos de ejercicio físico, nos estamos refiriendo a un tipo de actividad voluntaria, planificada y reglada que está orientada tanto a la mejora como al mantenimiento de la condición física. En este caso hemos de pensar en realizar entre 300-400 minutos semanales, repartidos en varias sesiones, en los que se produzca incremento del ritmo cardiaco y participen los grandes grupos musculares. Es decir se trata de actividades que deben desarrollarse en un modo y manera concretos para que produzcan el beneficio esperado.
Pero no debemos ignorar como una parte importante del gasto esa otra actividad que puede y debe formar parte de nuestro modo de vida y que va desde el gasto inherente a nuestro trabajo diario a simplemente lo que debería ser la sana costumbre de dar un paseo, hacer una clase de baile o cuidar el jardín. Cualquier movimiento por pequeño que sea y sobre todo si se produce repetidas veces en el día, incrementa el gasto y por tanto produce mejora.
Hay economistas que dicen que uno de los problemas de esta crisis mundial es la contención del gasto público y el incremento del consumo. Yo animo a salir de nuestra crisis de salud aumentando el consumo energético, derrochando calorías, a ser posible tanto física como mental, esto si, a quien le queden.
Artículo publicado en la Tribuna de Marbella. Dr. Luis Almagro.